Es un viaje de ensueño que ya se puede hacer “sin dañar el medio ambiente”, dicen los promotores del Charcot, un palacio flotante que ha costado 250 millones de euros.
El lujoso crucero Commandant Charcot navega en estos momentos por primera vez por debajo del paralelo 60 sur, Los escenarios blancos de exploraciones míticas de hace un siglo son ahora el nuevo destino codiciado por esos viajeros de lujo que desean tanto vivir aventuras en los confines de la Tierra
Prodigio de la técnica, el Charlot ofrece un nivel de lujo, confort, seguridad y sostenibilidad sin precedentes en la historia para un crucero capaz de navegar por el hielo. Su elegante casco azul con la proa redondeada es capaz de romper bloques helados de hasta 15 metros de altura.
Es el primer buque de la historia que se desplaza movido por energía eléctrica por ese hábitat de pingüinos emperador, ballenas y orcas. Y puede hacerlo casi en completo silencio, sin molestar ni a los vientos que rugen, aúllan y braman.

El pasado 1 de noviembre el Commandant Charcot partió de Punta Arenas (Chile), la capital magallánica, con unos 200 pasajeros a bordo. Regresará a Ushuaia (Argentina) el próximo 15 de noviembre. Durante este viaje inaugural, permanecerá más de diez días por debajo de la línea del círculo polar antártico, es decir, 66º 33′ al sur del Ecuador.
Recalará en lugares donde hasta ahora solo podían llegar incómodos, ruidosos y pesados rompehielos. Avanzará por el mar de Bellingshausen, el paso de la Garganta o la isla de Pourquoi-Pas.
Hay algo ligeramente subversivo y al mismo tiempo sumamente atractivo en un viaje que escapa a las indicaciones de Google Maps. Y aunque Google me indica que no hay medio de transporte, como si la isla de Pourquoi-Pas fuera el País de Nunca Jamás imaginado por J. M. Barrie, en realidad sí lo hay. Los aproximadamente 200 pasajeros del lujoso crucero Commandant Charcot han estado allí esta semana, confiando en la pericia del capitán Etienne García.

La historia de la actual aventura del Commandant Charcot empezó precisamente con un “¿Por qué no?”. Hace seis años o hace más de cien, según se mire. Charcot es un nombre familiar para médicos de todo el mundo, dado el importante número de síndromes, enfermedades y trastornos que llevan su nombre. Fue uno de los doctores más brillantes del siglo XIX y se le considera el padre de la neurología moderna y precursor del psicoanálisis. Sus contribuciones a la ciencia cubren desde la identificación de la ELA a la neurosis.
Mientras el eminente galeno exploraba las nieblas de la mente y del cerebro, su hijo Jean-Baptiste, también médico, tuvo una precoz inclinación por explorar esos territorios helados aún por cartografiar. Tras la muerte repentina de su insigne progenitor, en 1893, Charcot se hizo construir un velero, al que puso por nombre Porquois pas? (¿Por qué no?, en francés), en recuerdo a la respuesta que él mismo dio de niño a su padre cuando éste cuestionó su vocación como marinero y le “invitó” a estudiar Medicina, ¿por qué no? Charcot terminó siendo responsable de las expediciones polares de Francia, metió a su país en este tablero de juego y le dio un componente científico gracias a su formación.
Charcot es a Francia lo que Shackleton o Scott fueron para Gran Bretaña. Jean-Baptiste Charcot falleció en Islandia, a bordo del Pourquoi-Pas? IV, en 1936, durante una tempestad que hizo naufragar la embarcación. De gustos sibaritas, mentalidad científica, corazón aventurero, espíritu deportista (fue dos veces campeón olímpico de vela), amante de la naturaleza y de los animales, recibió por otros exploradores como Scott el sobrenombre de “el caballero de los polos”.

Una de las nietas de Jean-Baptiste Charcot estuvo presente el pasado 1 de octubre en Le Havre, en la ceremonia de bautismo del barco que lleva el nombre de su abuelo y que ahora hace historia. Fue ella la encargada de entregar al capitán García el retrato de su abuelo que ahora preside un puente de mando de aspecto futurista. Un poco a modo de homenaje, un poco a modo de guía en cuanto a los valores que Charcot encarnó.
La foto de familia de esta ceremonia es muy reveladora de las muchas facetas de este barco singular, de su misión y de lo que esperan de él los cruceristas. En tiempo de modernidad líquida, el Charcot es un claro ejemplo de esa falta de líneas de separación entre los buques de exploración, las misiones científicas y los cruceros de placer. En la ceremonia había marinos, biólogos, ingenieros, zoólogos, expertos en cambio climático, geógrafos; había diseñadores y arquitectos de renombre, como Jean-Michel Wilmotte y Jean-Philippe Nuel, y super chefs, como Alain Ducasse.
Todos han participado de un modo u otro en hacer realidad este palacio flotante y súper sofisticado al que ha costado seis años y alrededor de 250 millones de euros tomar forma.

Juan Rodero, CEO de Un Mundo de Cruceros, empresa de referencia en España de representación y comercialización de cruceros de alta gama, incluidos los barcos de la naviera Ponant, único español presente en la ceremonia de bautismo del buque en Le Havre, resalta: “Con el Commandant Charcot, Ponant quiere coger la bandera de la exploración polar francesa y llevarla al siglo XXI. Teníamos la sensación de que se inauguraba una nueva era en los barcos de expedición de lujo, con un buque que conecta a la perfección con las aspiraciones de un tipo de viajero con clara conciencia medioambiental y que combina el interés por aprender, por llegar a regiones remotas sin renunciar a las mejores comodidades y causando el menor impacto posible“.
El Charcot llegaba a Le Havre desde el Polo Norte, donde puso a prueba sus formidables capacidades. Llegaba con el orgullo de haberse convertido en el primer barco con motor eléctrico de la historia en alcanzar el Polo Norte geográfico, la mítica posición 90º latitud Norte. Componían la expedición la tripulación de la nueva estrella de Ponant, el personal técnico, directivos de la compañía, científicos, fotógrafos, ingenieros, pilotos de helicóptero… “Fue extraordinario, inolvidable”, relata a esta revista Stephen Winter, directivo de Ponant y uno de los afortunados en embarcar. “Lo que más recuerdo creo fue el silencio, los paseos por la superficie helada y la última mirada de un gran oso polar junto al que pasamos cuando regresábamos. Esa mirada que quieres preservar”.

El barco probó en pleno círculo polar su sofisticado sistema de “supervivencia” durante un simulacro de evacuación. El Charcot va equipado con todo lo necesario para que, en caso de tener que abandonar el barco, pueda desplegar sobre cualquier superficie (agua, hielo o tierra) unas cómodas tiendas de campaña con capacidad para todo el pasaje, ropa técnica especial para aguantar estas condiciones y los sistemas de avituallamiento previstos para siete días.. En el barco también iban cuatro inuits que servirán de guías de sus dominios en los cruceros al Ártico.

El Charcot realizará su primer viaje comercial al Ártico el próximo 15 de abril. Por el momento, está en la Antártida hasta marzo de 2022. “Normalmente, son cruceros que se reservan con más de un año de antelación, pero la situación provocada por la pandemia ha alterado completamente la temporada“, explica Winter. Hasta hace tan solo un par de semanas, no se podía viajar a Chile ni a Argentina, por lo que la realización del crucero ha estado en el aire hasta el último minuto.
Esta primera salida rinde especial homenaje a los lugares descubiertos por Charcot en sus dos expediciones a la Antártida. Los sucesivos itinerarios incluyen navegaciones por lugares como el mar de Ross o las islas Shetland del Sur. Quizá la más extraordinaria sea la expedición del 30 de noviembre, que permitirá ver un eclipse total de sol desde el extraordinario mar de Weddell. Las actividades propuestas tanto en el barco como fuera de él incluyen ese mix de lujo, aventura, entretenimiento y ganas de aprender que resulta ahora tan atractivo. Y si puedes dejar una huella positiva, mejor: parte del dinero del pasaje va destinada a actividades conservacionistas. La información recogida por los científicos a bordo en sus travesías es compartida con los centros de investigación y universidades con los que se colabora.
La nueva joya de la corona de la navegación polar, este singular rien ne va plus [no va más, en francés], se sustenta tanto en el reconocimiento al pasado como en una interesante visión de futuro apoyada en unos formidables, carísimos y bien estudiados mimbres. Francia toma la delantera en este pionero y prometedor segmento del lujo polar. Lujo verde. Lujo blanco. Coco Chanel podría embarcar en el Commandant Charcot y no echaría demasiado de menos su suite del Ritz. Y si se embarcara en él el comandante Jean Cousteau, tampoco echaría de menos las capacidades científicas y de exploración del mítico Calypso. Nunca se ha invertido tanto en I+D en un barco de estas características. Nunca se ha hecho una fusión similar entre sibaritismo y prodigio técnico capaz de llegar a los confines de la Tierra.

Ponant, fundada en 1988 por dos oficiales de la marina mercante, fue adquirida en 2015 por Artemis, el holding de François Henri-Pinault, uno de los hombres más ricos de Francia, buen conocedor del lujo y del mundo del arte, propietario de la célebre casa de subastas Christie’s y artífice del museo del momento en París, el Bolsa de Comercio de París-Museo Tadao Ando.
Uno de sus objetivos es precisamente perpetuar la historia de la exploración polar francesa, de llegar a zonas antes inaccesibles con el menor impacto posible. Y de combinarlo con el mejor savoir faire français en lo que se refiere a decoración, gastronomía, servicio… Y ahora también sostenibilidad.
Por el momento la moda no está tan en el punto de mira de los medioambientalistas como los cruceros, un sector con cierta mala prensa que está haciendo grandes esfuerzos por la sostenibilidad. En plena Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático de 2021 Rodero me explica las principales medidas en este terreno: implementación de scrubbers -una especie de “filtros” que disminuyen muy considerablemente las emisiones de los barcos de crucero-; aumento de barcos con propulsión por gas natural licuado, como el Charcot, y el hecho de que los principales puertos del mundo, como el de Barcelona, estén implementando la tecnología shore power, por la cual los barcos se “enchufan” cuando están en puerto y apagan sus motores, como un coche eléctrico.
La pregunta es obligada: ¿la construcción de cruceros como el Charcot va a hacer que los polos se conviertan en lugares antes desiertos y ahora saturados, como el Everest? La navegación en las zonas polares está muy regulada. Digamos que hay una especie de númerus clausus tanto para el acceso al Ártico como para el Antártico, tanto en el número de barcos como en el de pasajeros. Tan solo seis compañías operan en estas zonas y cada año son más restrictivas las condiciones impuestas por los países desde los que parten los barcos. Chile y Argentina en la Antártida e Islandia y Dinamarca (Groenlandia) en el caso del Ártico. Una vez al año se subastan las plazas entre las navieras. La clave de su futuro, lo saben sus gobiernos, es preservarse tal y como están. Las credenciales eco son el mejor pasaporte para abrir estas puertas.

Las del Ponant son realmente el rien ne va plus por expreso deseo de Kering, que quiere hacer de Francia el campeón de las “expediciones en burbujas verdes”. En los depósitos, dos tanques de gas natural liquado (LNG) han sustituido al fuel pesado y un sistema eléctrico híbrido con baterías de 50 toneladas reduce las emisiones de CO2 en un 25% y el consumo de combustible en un 10%. Ha suprimido los plásticos de un solo uso, tiene capacidad de convertir el agua de mar en agua potable y puede reutilizar los desechos no reciclables gracias a un sistema de incineración que permite al mismo tiempo usar esa energía para calentar el agua o para aclimatar los espacios exteriores. Sí, el mobiliario exterior del Charcot tiene su propio sistema de calefacción. Se puede estar observando una colonia de pingüinos emperadores y al mismo tiempo estar sentado en cubierta en un cómodo sillón que proporciona calor.
Aunque ya no hace falta tener el ADN de Amundsen ni estar dispuesto a pasar penurias heroicas, ese componente de aventura, de lo que no se puede planificar del todo, parece un atractivo en este universo dominado por los algoritmos. En la actualidad se están construyendo en diferentes astilleros de todo el mundo unos 40 barcos de expedición. No todos son tan lujosos y “verdes” como el Charcot, ni están preparados para la navegación polar, pero sí tienen ese espíritu de aventura y aprendizaje de aquellos viajeros del grand tour con una nueva sensibilidad de conocer las regiones más inexploradas y frágiles de la Tierra.

Fuente: El Español